Crónica: copiando a Beethoven.
Cuando un maestro llora.
Viena 1824. Solo un rostro angelical, delicado, sensible, cuyo corazón humilde y obstinado en cuanto a su pasión, podría poner de rodillas el alma del más grande, orgulloso, arrogante, duro y cebero Ludwig Van Beethoven quien a partir de esta fecha comenzó a componer diferente encontrando de nuevo la musa que le afino sus locas corcheas y desafiantes fusas.
Anna Holtz, si, esta humilde aldeana novicia de cuerpo, y músico de alma y corazón, viajo hasta Viena, cuna del romanticismo y de fina cultura para convertirse en la nueva copista de Beethoven, al principio debido al machismo de la época, el maestro dudo en aceptar que una mujer fuese su mayor cómplice en lo que iba a ser su brillante novena sinfonía, puesto que para él, las mujeres solo podrían servir de inspiración y nada más.
Esta joven de veinte y tres años quien estudiaba a demás composición en el conservatorio, veía la idea de trabajar con Beethoven como una oportunidad para seguir elevando su conocimiento, y solo esperaba ganarse la confianza del maestro para enseñarle algo en lo que desde varios años de constancia había venido desarrollando; El primer movimiento de su obra.
No fue nada fácil para Anna Holtz ganarse su confianza, puesto que la predominante mente de Beethoven no aceptaba concepto alguno que fuese en contra de su propio pensamiento “soy todo lo que soy y así será, y ningún mortal me levantara el velo” pudo sonar intimidante, pero para Anna Holtz jamás. He venido para quedarme, fue quizá el pensamiento me imagino, que broto del subconsciente de ella para responder a tan necias líneas, fue así entonces como empezaron estos dos polos opuestos atraerse profesionalmente aunque sin inmiscuir algún sentimiento de gratitud.
Pronto Beethoven conoció con Ana el perdón, la humildad, pudo reflejar con palabras y no con notas aquel sentimiento de expresar lo que se lleva dentro. Se tragaría entonces su orgullo, que era lo que más le quemaba el alma, para entender de una vez y por todas que ¡maldita sea...! necesitaba de alguien que le contradijera y lo corrigiera. Seria esa, la única forma en la que el maestro podría darse cuenta que no era un dios y que su alma lucia desnuda cada vez que Anna Holtz se atrevía a enfrentarlo con el fin de que entendiese que los únicos que no siente son las piedras.
L a Sonata.
“La clave es el silencio. El silencio entre las notas. Cuando el silencio la envuelva podrá cantar su alma”
Los últimos días de Beethoven cuando la sordera, la soledad debido a los traumas familiares le impedían de alguna forma inspirarse, Ana estaba ahí, guiándolo como si fuese su batuta, como si solo con su presencia bastara para que el maestro volviera a escuchar en su cabeza violines, cellos y contrabajos y comenzara así el final de su compleja obra.
Era algo totalmente desconcertante, nuevo, pero a su vez angelical y exclusivo. Ni el mismísimo Mozart, tampoco Vicent Bach, ni mucho menos a Tchaikovski y demás gente del mal vivir como los llamaba el mismo Beethoven se les hubiera ocurrido romper los esquemas de la música clásica con tan maravillosa obra.
Poco a poco Beethoven comenzó a dictarle a Anna Holtz la novena sinfonía compuesta por el maestro en RE menor, ahí ya rompía con lo tradicional, pues los demás compositores escribían siempre en DO menor. El primer movimiento lo quiso llamar “Allegro ma non troppo” dicho de otras palabras un poco majestoso. “quiero en esta obra comenzar con una nota vacilante, un trémolo ejecutado por la cuerda grave de violines y cellos”. ¿Si apunto bien Anna Holtz? Mirándolo a los ojos Ana simulo con su cabeza un sí. No un si bemol, más bien un sí de confirmación preocupante ya que en su vida se había imaginado algo similar, pero su sensibilidad musical pronto la llevo a observar más allá de las cinco líneas que compone el pentagrama y se sorprendió cuando comenzó a jugar con la intención de su maestro, ¿ qué quería decir ese primer compas? Solo se imagino que Beethoven esta tímidamente pidiendo permiso para lo que va a venir después. Como diciendo… perdón ¿puedo molestar? Ya que estáis acostumbrado a una música determinada, pero es que yo vengo a proponerles algo nuevo.
Luego vino el segundo movimiento “scherzo que en italiano significa broma, molto vivace” en castellano quiere decir muy vivas las notas, ósea demasiado rápido. Por último vendría el tercer movimiento “adagio molto e cantábile, andante moderato” ósea lento para después acelerar y acelerar hasta llegar gradualmente a lo que él denominaba el clímax de su obra, puesto que era el momento del gran coro intervenir de manera escalofriante y majestosa. Quería que todos en el mundo supieran de él gracias a este imponente momento musical. Y valla que lo hizo.
Viena 7 de Mayo de 1824. Miles y miles de personas se conglomeraron en el teatro más grande de la ciudad para escuchar la sonata en RE menor del maestro Ludwig Van Beethoven titulada la novena sinfonía. Este último apartado lo exhibía un afiche pegado en la puerta principal del teatro. El recital dirigido por el mismo Beethoven tenía algo de particular, pues debido a la sordera del casi viejo maestro Anna tuvo que infiltrarse entre la orquesta para mostrarle gráficamente el tempo de los compases de cada movimiento. Algo de locos. Anna Holtz solo respiro profundo, simulo la cruz de Cristo con una bendición y comenzó a marcarle el tempo a su maestro. Al final de la obra… solo los aplausos pudieron devolverle por un momento mágico la audición al maestro que rápidamente miro con gratitud a Anna y a su orquesta para seguidamente hacer la venia y retirarse orgulloso de poder robarle al público una lágrima de admiración.
Tiempo después. Ludwig Van Beethoven después de terminar de componer y dirigir el recital para el cuarteto de violines sufrió una recaída que lo postraría moribundo a una cama. Anna Holtz sin mucho que hacer por la salud de su maestro, cuido de él hasta el 26 de Marzo de 1827, fecha y año en la cual falleció.
“soy una persona muy difícil Anna Holtz, pero… me consuela saber que ha sido Dios quien me ha hecho así” Ludwig Van Beethoven.